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aldivia llegó a ser una ciudad de estilo europeo, donde “se podía recorrer todas las manzanas del centro, sin mojarse en invierno y a la sombra en verano”; una sociedad armónica y próspera, que desarrolló industrias, astilleros, curtiembres, molinos, cervecerías y una enorme actividad agrícola y ganadera cuyas producciones se exportaban directamente a Europa.

Un gran incendio en 1909 arrasó la ciudad y medio siglo más tarde, en 1960, el llamado “Terremoto de Valdivia” terminó por derribar e inundar prácticamente todo lo edificado.

No obstante, algunas de estas casas han subsistido hasta hoy y se mantienen en excelente estado de conservación siendo aún propiedad de familias alemanas. Otras han sido restauradas y convertidas en museos.

En gran formato y con imágenes inéditas, se exponen aquí los principales ejemplos de estas “Casas de Valdivia” y las historias que encierran sus salones tras fachadas de muy cuidadas proporciones y preciosos jardines, en el espectacular entorno fluvial que caracteriza la ciudad.

La historia comienza con Bernardo Philippi, quien puso la primera piedra para que ocurriera la feliz instalación de los alemanes en la zona. Este naturalista llegó a Valdivia en 1842, comisionado por el Museo de Historia Natural de Berlín para hacer un estudio sobre las aves del extremo sur de América. Deslumbrado por el paisaje y decidió incentivar a otros compatriotas a acompañarlo, logrando entusiasmar a numerosos amigos, muchos de ellos artistas y escritores, jóvenes románticos llenos de energía y pasión por la vida que decidieron venir a Chile a compartir la aventura, motivados por la bellísima naturaleza y sus posibilidades de desarrollo. Desde el primer momento, esos emigrantes renunciaron a ser alemanes y juraron ser chilenos “como el que más lo fuere”, recibiendo carta de ciudadanía chilena.

Su huella, ciento setenta años después, es redescubierta y puesta en escena con el apoyo de otro gran arquitecto historiador, Hernán Rodríguez, quien delimita cuatro zonas geográficas específicas donde pueden apreciarse estos conjuntos de casas, su relación con el río y la ciudad, las costumbres y estilos de vida de quienes las habitaron; todo lo cual pasa a formar parte del sello identitario que Valdivia ha desarrollado junto a la cultura, el arte, el cine, la ciencia y, por supuesto, el turismo.

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Matta 100